lunes, 28 de noviembre de 2011

Gratuidad de la educación superior: una política regresiva

Los elevados niveles de desigualdad de nuestro país han generado un acuerdo implícito respecto de que no es adecuado que todos los programas sociales tengan un carácter universal, debiendo privilegiarse a los más desprotegidos y eventualmente también a los sectores medios emergentes. Sin embargo, últimamente esta idea ha sido desafiada, particularmente en el ámbito de la educación superior, surgiendo voces que postulan la conveniencia de la gratuidad para todos.

En estas breves notas revisamos estos argumentos, llegando a la conclusión de que, a nuestro entender, la "sabiduría popular" contenida en la idea de que la gratuidad de la educación superior es regresiva no está equivocada.

Es cierto que el gasto en educación superior representa una mayor proporción del ingreso en los hogares de menores ingresos, por lo que podría plantearse que una política de gratuidad los beneficiaría en mayor medida. De hecho, si ésta se llevara a cabo y, suponiendo que estudian los mismos que hoy estudian, el Gini de la distribución del ingreso pasaría de ser 0,536 a 0,533, es decir, mejoraría algo.

Pero esta política tendría un costo de casi 150.000 millones de pesos mensuales, por lo que no cambiaría sólo el Gini, sino que también el balance fiscal. Y, como sabemos, todo análisis de política debe considerar los posibles usos alternativos de los fondos.

Imaginemos, ahora, que se da educación gratuita, pero sólo para los estudiantes de los tres quintiles de menores ingresos. En este caso, el Gini se reduciría a 0,527, es decir 0,9 puntos más abajo que la situación original y 0,6 puntos más abajo que la gratuidad a todos, y esto a un costo de casi 55.000 millones de pesos mensuales, es decir, 63% inferior. Como vemos, esta política es considerablemente menos regresiva y más barata que la de hacer gratuita la educación superior para todos.

¿Y qué sucedería si la política de gratuidad para todos se financiara mediante la aplicación de impuestos fuertemente progresivos? Suponiendo el caso extremo en que todo el costo de la política recayera, mediante un impuesto fijo, en el 10% más rico de la población, el Gini pasaría a ser 0,517, bastante menor que los de los escenarios anteriores. Pero esto se debe mayormente al "nuevo impuesto" y no a la política. De hecho, si mantenemos este impuesto, pero damos gratuidad sólo para el 60% más pobre y redistribuimos entre éstos mismos el dinero que sobra (la gratuidad parcial es más barata que la total), el Gini sería de 0,487, por lejos el menor de todos los escenarios que hemos visto.

En suma, para evaluar si tener educación superior gratuita para todos es una política regresiva es indispensable tener en cuenta respecto de qué, y estos ejercicios muestran que existen políticas que a menor o igual costo resultan mucho más equitativas.

Para terminar, es importante comprender qué es lo que hay tras el desigual acceso a la educación superior. Según la Casen, los jóvenes del decil más pobre que no asisten a la educación superior no lo hacen principalmente porque trabajan (18%), ayudan en su casa (5%), son padres o madres (14%), porque dicen que no les interesa, creen que a esta edad ya no sirve estudiar o no conocen la manera para completar sus estudios (11%), o porque ya terminaron de estudiar o preparan la PSU (26%). Un 17%, menos de un quinto, dice no estudiar por motivos económicos. Así, no bastaría con que la educación superior fuera gratis para que todos ellos efectivamente asistieran, pues en parte importante de los casos, el hecho de que los jóvenes más pobres no estudien tiene que ver con que a esas alturas de la vida ya acarrean varias desventajas. A nuestro modo de ver, es ahí, y no a la educación superior de los que pueden pagar, adonde deben dirigirse con fuerza los recursos.

Autores: Harald Beyer y Loreto Cox
Columna obtenida de CEP (centro de estudios públicos)
http://www.cepchile.cl/dms/lang_1/doc_4870.html

viernes, 18 de noviembre de 2011

Máxima indignación en Harvard: Los alumnos de la cátedra de Introducción a la Economía de la Universidad Harvard exigen nuevas perspectivas académicas



Un un hecho insólito, digno de ser incluido en la saga de “Aunque usted no lo crea”de Ripley, el pasado 02.11.2011, un grupo de estudiantes de economía tomó la decisión de retirarse en bloque de la cátedra de Introducción a la Economía de la Universidad Harvard, en protesta por el contenido y el enfoque desde el cual se imparte esta materia.
¿Qué hay de asombroso en este hecho?. En primera lugar, la protesta tuvo como destinatario directo al conocido economista Gregory Mankiw, ex asesor del Presidente George W. Bush y autor de uno de los manuales de macroeconomía más utilizado en las escuelas de economía dentro y fuera de Estados unidos. En segundo lugar, porque de acuerdo a la carta entregada por los/as estudiantes antes de retirarse de la cátedra, el motivo de la protesta fue su indignación por lo que consideran el vacío intelectual y la corrupción moral y económica de gran parte del mundo académico, cómplices por acción u omisión en la actual crisis económica. Y en tercer lugar, se trata de un hecho insólito, porque los integrantes del movimiento estudiantil detrás de este hecho de indignación académica en contra del pensamiento único neoclásico, pertenecen a la élite económica, social y política de los Estados Unidos, que se forma en la Universidad de Harvard para dirigir las corporaciones empresariales globales y/o para asesorar a los gobiernos en materia de políticas económicas y financieras.
En diversos párrafos de la carta al profesor Mankiw se lee: “hoy estamos abandonando su clase, con el fin de expresar nuestro descontento con el sesgo inherente a este curso. Estamos profundamente preocupados por la forma en que este sesgo afecta a los estudiantes, a la Universidad, y nuestra sociedad en general (…) Un estudio académico legítimo de la economía debe incluir una discusión crítica de las ventajas y los defectos de los diferentes modelos económicos. A medida que su clase no incluye las fuentes primarias y rara vez se cuenta con artículos de revistas académicas, tenemos muy poco acceso a aproximaciones económicas alternativas. No hay ninguna justificación para la presentación de las teorías económicas de Adam Smith como algo más fundamental o básico que, por ejemplo, la teoría keynesiana ..(…) ..Los graduados de Harvard juegan un papel importante en las instituciones financieras y en la conformación de las políticas públicas en todo el mundo. Si falla la Universidad de Harvard a la hora de equipar a sus estudiantes con una comprensión amplia y crítica de la economía, sus acciones serán susceptibles de perjudicar el sistema financiero mundial. Los últimos cinco años de crisis económica han sido prueba suficiente de ello”. La carta concluye: “No estamos retirando de su clase este día, tanto para protestar por la falta de discusión de la teoría económica básica y como para dar nuestro apoyo a un movimiento que está cambiando el discurso estadounidense sobre la injusticia económica (Occupy wall street) . Profesor Mankiw, le pedimos que se tome nuestras inquietudes y nuestro retiro de su clase en serio”.
Según reportan los escasos medios de comunicación que le dieron cobertura a esta protesta, el movimiento de los estudiantes de Harvard a favor de una economía crítica, se ha ampliado y ha incorporado otras demandas para hacer de Harvard una “universidad socialmente responsable”. Una de éstas consiste en la negociación de contratos de trabajo más dignos para el personal de servicios de la universidad que sufre las políticas de flexibilización laboral que tanto daño le han ocasionado a la clase trabajadora norteamericana. Movimientos similares han comenzado a surgir en la Universidad de Duke (Carolina del Norte) y en la Universidad de Berkeley (California)
El movimiento iniciado en Harvard por un cambio en el enfoque dominante de la enseñanza de la economía no es nuevo. Más bien es un movimiento que viene a sumarse a la iniciativa por un cambio en la enseñanza de esta disciplina que iniciaron en mayo de 2000 los y las estudiantes de las universidades francesas y que meses después recibió el apoyo de estudiantes de Cambridge, Inglaterra.
En ese entonces, también el movimiento estudiantil francés hizo pública una carta declarándose globalmente descontento por la enseñanza recibida, que les impedía lograr una comprensión profunda de los fenómenos económicos a los cuales las personas se enfrentan en el mundo real. Un pasaje de esta carta señalaba que “ la mayor parte de nosotros ha escogido la formación económica con el fin de adquirir una comprensión profunda de los fenómenos económicos a los cuales el ciudadano de hoy en día se encuentra confrontado. Ahora bien, la enseñanza tal como es expuesta –es decir en la mayor parte de los casos la teoría neoclásica o enfoques derivados –, generalmente no responde a esta expectativa”. La carta finalizaba con un exhortación al profesorado francés similar al mensaje enviado al profesor Mankiw: ¡Despiértense antes de que sea demasiado tarde!.
Hace casi 200 años, John Stuart Mill al asumir como Rector de la Universidad de Saint Andrew, recordaba al claustro de profesores de dicha universidad, que la función de las universidades no es hacer que los estudiantes aprendan a repetir lo que se les enseña como verdadero sino que su función es formar personas con capacidad de pensar por si mismas. De acuerdo a este gran economista y filosofo, las universidades deben enseñarles a las personas a “Poner en duda las cosas; no aceptar doctrinas, propias o ajenas, sin el riguroso escrutinio de la crítica negativa, sin dejar pasar inadvertidas falacias, incoherencias o confusiones; sobre todo, insistir en tener claro el significado de una palabra antes de usarla y el significado de una proposición antes de afirmarla……. El objetivo de la universidad no es enseñar el conocimiento requerido para que los estudiantes puedan ganarse el sustento de una manera particular. Su objetivo no es formar abogados ó médicos ó ingenieros (ó economistas) hábiles, sino seres humanos capaces y sensatos……. Los estudiantes son seres humanos antes de ser abogados, médicos, comerciantes o industriales; y sí se les forma como seres humanos capaces y sensatos, serán por sí mismos médicos y abogados (y economistas) capaces y sensatos”.
Es obvio que la incapacidad de las universidades actuales de formar economistas críticos y sensatos no responde únicamente a posturas personales e ideológicas de docentes y/o autoridades universitarias, sino más bien responde a factores relacionados con el rol que las universidades cumplen en la reproducción de las relaciones de poder dentro del sistema capitalista en su fase neoliberal. Probablemente uno de los principales factores explicativos de la crisis en la enseñanza de una economía crítica e integral, es la pérdida de la identidad e independencia de las universidades debido a que han sido capturadas por los intereses de las corporaciones y/o por la demanda del mercado. Se les ha presionado directa (o indirectamente) a convertirse en empresas educativas con la misión de formar a los dos tipos básicos de economistas que demanda el mercado en la fase actual del capitalismo: economistas especialistas altamente calificados/as y economistas generalistas poco calificados/as para apoyar a especialistas o para desempeñarse en funciones gerenciales. Esto a su vez ha conducido a una especie de fragmentación del conocimiento y a la ausencia de pensamiento crítico. ¿El resultado final? Economistas formados para adaptarse y/o colaborar con el status quo que mantiene a la mayor parte de la humanidad en la exclusión y la pobreza.
El mensaje que desde Harvard envían los y las estudiantes de economía, no debería pasar desapercibido por las escuelas de economía del mundo entero, en particular por las escuelas de economía de los países del sur. Es tiempo de rectificar el rumbo (si se ha perdido en algún momento). Es tiempo de separar la verdadera función universitaria de la función de formación técnica superior, y sobre todo, es tiempo de devolverle a la enseñanza de la economía el carácter crítico, riguroso e integral que tanta falta hace en los momentos actuales de crisis sistémica que ha provocado el sistema capitalista.
Si no actuamos ahora, con hechos y no con meros discursos, las escuelas de economía (y quienes trabajamos en ellas) estamos en riesgo de correr – más tarde o más temprano- con la misma suerte del desafortunado profesor Mankiw.

StarViewerTeam International 2011

Ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
Autora:
Julia Evelyn Martínez

jueves, 17 de noviembre de 2011

Carta abierta al Sr. Andrés Benítez




Señor
Andrés Benítez
Rector
Universidad Adolfo Ibáñez
PRESENTE

Señor Andrés Benítez:

El domingo 13 de noviembre, en un programa televisivo de reconocido prestigio, usted definió a la Universidad de Playa Ancha como de “malos alumnos”. Como profesional formado en esta institución desde mis diecinueve años y luego como docente en ella durante casi treinta años, no pude menos que sentir frustración por no poder responderle.

Pero esa es una emoción, señor Benítez, como supongo que sus juicios fueron también emocionales, toda vez que no hay explicación para descalificar a un ausente a través de las cámaras y ante todo el país. Mucho menos debe hacerlo un académico, de quien se espera vista los ropajes de la reflexión y el respeto al prójimo.

Sus palabras, señor Benítez, no sólo afectan a una institución muy antigua y de orgulloso origen: la Universidad de Chile. Esta institución que usted descalifica, la Universidad de Playa Ancha, y a la que pertenezco, quizás no amerita los niveles que usted cree deben definir a una universidad, porque no investigamos tanto como exige el actual sistema crediticio. No obstante, hay evidencias formales de más de cincuenta años de producción intelectual de mis colegas en todas las bibliotecas del país y del extranjero bajo la forma de investigaciones varias, artículos y libros. Es cierto que no tenemos aún las cifras de producción que los actuales parámetros exigen a las universidades estatales, que no a las privadas. Quizás esto se deba a que los docentes de esta institución deben impartir a veces hasta seis cursos por semestre, atender numerosos requerimientos académicos y de desempeño administrativo, escribir artículos, esforzarse por investigar y realizar extensión en una universidad caracterizada por el drama de miles de alumnos que carecen de los más básicos requisitos para el ejercicio académico. Estos estudiantes no se alimentan debidamente, provienen de regiones lejanas, de familias separadas cuyos adultos se desempeñan en trabajos míseros o simplemente son cesantes. Alumnos que viven agrupados en casas pobres de Valparaíso, compartiendo sus gastos, el frío y el pan. No tienen libros ni dinero para comprarlos, no tienen dinero para movilizarse y muchos deben trabajar en labores menores en los cuales se los explota por salarios oprobiosos. Por ello, muchos reprueban en ocasiones, pero bajo ningún punto de vista ello amerita que se los califique de “malos”. Sólo son pobres.

Estos alumnos, sin embargo, son el centro de nuestros esfuerzos. A ellos no sólo esta universidad los provee de una profesión, sino que les devuelve la confianza en sí mismos y en la comunidad. Restituye en estos jóvenes el deseo de participación en un sistema social que les ha sido hostil, insuflando en ellos el capital simbólico de quien desea constituirse en agente de cambio de su país. Su comprensible rebeldía –dada su condición de jóvenes y pobres- toma la forma de hombres y mujeres jóvenes que se incorporan a la sociedad para compartir –no para ganar- a través de la solidaridad y el conocimiento. No son simples trabajadores que por la vía de un título universitario responderán al manido recurso de una movilidad social que, irónicamente, los endeudará de por vida. Son ciudadanos que poseen tres rasgos que unidos son peligrosos para una sociedad que los quiere dulces y útiles: conocimiento, inconformidad y valentía. Eso no los hace “malos”, señor Benítez. A nuestros ojos -y según parece confirmarlo las decenas de miles de chilenos que han salido a las calles en estos meses- es lo mejor que puede pasar a un ser humano.

Atte.,
Prof. Norberto Flores C. (Ph. D.)
Presidente
Asociación de Académicos
Universidad de Playa Ancha

Declaración Pública Contra la Discriminación por parte de Andrés Benítez (Rector Universidad Adolfo Ibáñez)
De Mesa Ejecutiva Upla


A raíz de las desafortunadas declaraciones realizadas por el rector de la Universidad Adolfo Ibáñez, Andrés Benítez, la Mesa Ejecutiva de la Universidad de Playa Ancha declara lo siguiente:
son una verdadera falta de respeto a los estudiantes de la UPLA las graves declaraciones efectuadas por esta autoridad, llenas de prejuicios, desinformación, descalificación y por sobre todo discriminación, catalogándonos como malos alumnos entre otros insultos, desprestigiando a los jóvenes que con esfuerzo, que corresponden en su mayoría a los estudiantes universitarios más pobres de Chile y que mantienen una lucha constante por salir adelante, contra la adversidad a la que nos obliga enfrentarnos este sistema privado de educación en el que el Estado se ha hecho el desentendido a lo largo de todos los Gobiernos partiendo de la dictadura, desligándose de su rol garante con sus universidades.
Hoy en día si la Universidad de Playa Ancha se mantiene movilizada es porque queremos clases, pero estas deben ser de calidad como cualquier estudiante de chile merece, debe ser democrática, que garantice un impacto positivo en la sociedad ya que a pesar de que se nos catalogue como irresponsables, nos damos cuenta que tenemos el deber de intervenir en nuestro alrededor y para ello requerimos que la democratización de todos los espacios sea una realidad, debemos contribuir al crecimiento de nuestro entorno entregándole nuestros conocimientos y hacer de esta una sociedad más justa y libre porque ese debe ser el objetivo de una universidad pública.
Hacemos un llamado a las demás universidades a que no bajen sus brazos y sigamos adelante en la lucha que si bien empezamos con objetivos más cortoplacistas e internos este año, como la escases de profesores, mejoras en la infraestructura y unas cuantas rebajas en aranceles, ya nos dimos cuenta que esto va mas allá y tenemos un país y un continente completo de nuestro lado con esta demanda, es por esto que debemos marchar todos juntos este jueves 24 de noviembre por la recuperación de la educación pública y por la educación gratuita, sin becas ni céditos sino que garantizada por el estado dejando atrás ese rol subsidiario que ha ido en desmedro de los sectores mas pobres del país.